Asana [Liber IV, I, 1.]

 

 

El problema ante nosotros puede ser expuesto sencillamente. Un hombre quiere controlar su mente, ser capaz de pensar en una cosa tanto tiempo como quiera sin interrupción. 

Como se ha señalado antes, la primera dificultad surge del cuerpo, que persiste en manifestar su presencia provocando picor en su víctima y que se distraiga de otras maneras. Quiere estirarse, rascarse, estornudar. Esta molestia es tan persistente que los hindúes (en su camino científico) elaboraron una práctica especial para calmarlo. 

La palabra Asana significa “postura”; pero, como sucede con todas las palabras que han causado debate, su significado exacto ha sido alterado, y es usada en varios sentidos diferentes por distintos autores. Yoga es el nombre general que recibe la forma de meditación que busca la unión de sujeto y objeto, ya que “yog” es la raíz de la que derivan el término latino “jugum” y el inglés “yoke” [español "yugo"]. La gran autoridad en Yoga es Patanjali. Él dice: “Asana es aquello que es firme y placentero”. Podemos tomar esto como el significado del éxito en la práctica. También dice Sankhya: “Postura es aquello que es fijo y fácil”. Y también: “Cualquier postura que es fija y fácil es una Asana, no hay otra regla”. Cualquier postura puede valer. 

En cierto sentido esto es verdad, porque cualquier postura se vuelve incómoda tarde o temprano. La fijeza y facilidad señalan un logro definido, como se explicará después. Los libros hindúes como el Shiva Sanhita ofrecen incontables posturas; muchas, quizás la mayoría, imposibles para el europeo medio adulto. Otros insisten en que la cabeza, el cuello y la espina dorsal deben mantenerse verticales y rectos, por razones conectadas con el tema del Prana, del que trataremos en su lugar correspondiente. Las posiciones que se ilustran en el Liber E (Equinox I y VII) constituyen la mejor guía. 

Aquí hay cuatro: 

1. Sentado en una silla; cabeza levantada, espalda recta, rodillas juntas, manos en las rodillas, ojos cerrados (“El Dios”). 

2. De rodillas; nalgas descansando sobre los talones, dedos de los pies hacia atrás, espalda y cabeza rectas, manos en los muslos (“El Dragón”). 

3. De pie; tobillo izquierdo sujetado con la mano derecha (y alternativamente practicar con el tobillo derecho en la mano izquierda, etc.), dedo índice de la mano libre sobre los labios (“El Ibis”). 

4. Sentado; talón izquierdo presionando el ano, pie derecho apoyado en sus dedos, talón cubriendo el falo, brazos estirados hacia las rodillas, cabeza y espalda derechas (“El Rayo”).

 


El extremo de la Asana es practicado por aquellos yoguis que permanecen en una posición sin moverse, excepto en caso de absoluta necesidad, a lo largo de toda su vida. No deberíamos criticar a esas personas sin un detallado conocimiento de la materia. Tal conocimiento todavía no se ha publicado. 

De todas maneras, podemos afirmar con seguridad que, dado que el gran hombre anteriormente mencionado no hizo esto, ello no será necesario para sus seguidores. Escojamos pues una posición adecuada y examinemos qué sucede. Hay una especie de término medio afortunado entre la rigidez y la flaccidez. Los músculos no deben tensarse, y tampoco se deja que se queden completamente flojos. Es difícil encontrar una palabra que pueda describirlos bien. “Asegurados” es quizás la mejor. Es deseable una sensación de alerta física. Pensemos en el tigre a punto de saltar, o en el remero esperando el disparo de salida. Al poco tiempo surgirán calambres y cansancio. El estudiante debe mantenerse firme y seguir adelante a pesar de ello. Descubrirá que las sensaciones menores de picor, etc., desaparecerán si son obviadas con resolución, pero puede esperar que el calambre y el cansancio se incrementen hasta el final de la práctica. Puede comenzarse con una media hora o una hora. El estudiante no debe preocuparse si el proceso de dejar la Asana implica varios minutos de agudos dolores. 

Será necesaria una gran dosis de determinación para continuar un día tras otro, porque en la mayor parte de los casos la incomodidad y el dolor, en vez de disminuir, tenderán a aumentar. 

Por el otro lado, si el estudiante no presta atención, si no vigila el cuerpo, puede ocurrir un fenómeno opuesto. Cambia para acomodarse sin darse cuenta de que lo está haciendo. Para evitar esto, elige una posición que sea por sí misma más bien incómoda y difícil, en la que no basten ligeros cambios para encontrar acomodo. De otro modo, en los primeros días el estudiante puede llegar a imaginar que ha dominado la posición. De hecho, la aparente simplicidad de todas estas prácticas es tal que el principiante puede que se pregunte por qué tanto alboroto, y quizás se crea especialmente dotado. Algo similar a cuando un hombre que nunca ha tocado un palo de golf coge su paraguas y por casualidad hace un hoyo que podría asustar al mejor golfista. 

En unos pocos días, sin embargo y en todos los casos, las incomodidades aparecerán. Según avances, se manifestarán cada vez antes en el transcurso de la hora de ejercicio. La tendencia a dejar totalmente la práctica puede volverse ingobernable. Debe advertirse al estudiante contra la idea de que alguna otra posición podría ser más fácil de dominar que la que ha seleccionado. Una vez empiezas a cambiar estás perdido. 

Tal vez la recompensa no esté tan lejos: un día el dolor es olvidado de pronto, el hecho de la presencia del cuerpo es olvidado, y uno se da cuenta de que durante toda su vida previa el cuerpo estaba en la frontera de su consciencia, y que esa consciencia era una consciencia de dolor. En ese momento uno se da cuenta además, con una sensación indescriptible de alivio, de que no sólo es esa posición que ha sido tan dolorosa el ideal de la comodidad física, sino también que cualquier otra posición corporal imaginable es incómoda. Esta sensación evidencia el éxito. 

No habrá otras dificultades posteriores en esta práctica. Uno entrará en su Asana con casi la misma sensación con la que un hombre cansado entra en un baño caliente. Y cuando esté en esa posición, estará seguro de que el cuerpo no le enviará ningún mensaje que pueda distraer su mente. 

Los autores hindúes describen otros resultados de esta práctica, pero por ahora no nos interesan. Nuestro primer obstáculo ha sido eliminado, y podemos continuar con los otros. 



© de la traducción Miguel AlgOl