Un Cumpleaños

 

Luna llena esta noche ¡y veintiséis años
Desde que mi luna llena salió por vez primera
de las esferas de los ángeles!
¡Un año de amor infinito sin hastío —
Sin estaciones cíclicas, sino de perenne primavera!
Un año de triunfo trepando sobre la derrota,
El primero convertido en sagrado, y la segunda en dulzura
Gracias a ese mismo amor; un año de riqueza y pesar,
De alegría, pobreza, salud, enfermedad — todas brillando juntas
En la luz pura que ha llenado nuestro firmamento
De supremo silencio y de extensión sin barreras,
Donde un sacramento fue nuestro, un Señor
Una resurrección, un acorde que volvía,
Una encarnación, una paloma que descendía
¡Todo eso era uno, y ese uno era Amor!

Enviaste tu espíritu dentro de la música; mi alma
Anheló envolver en un millar de melodías
Su felicidad: No dejé sin arrancar flor
Que pudiera engalanar tu guirnalda. Produje
Tragedias, comedias, farsas, fábulas, canciones,
Cada una anhelando un poco, cada una un poco anhelo
Pero cada una aspirando sólo a expresar
Tu excelencia y mi indignidad —
¡No, mi dignidad! Ya que logré ser sentimiento
Y espíritu también de esa misma excelencia.

Así resolvimos el acertijo del giro de la tierra:
Yo pude escribir versos, y tú pudiste tocar el violín,
Mientras, como por amor, el sol iba a través de los signos,
Y no fue una estrella la que le dijo como amar a los gemelos.
Una guirnalda por cada decán, grado,
Minuto y segundo, unidas eternamente
En cadenas de flores que nunca se marchitan,
Cada una tan sempiterna como una estrella.

Déjame que retroceda a tu último cumpleaños. Entonces
Yo era ya tu único hombre entre los hombres
Dedicado a completarte, y a cumplir
Para siempre la eterna voluntad.
Yacimos en la corriente de luz carmesí
En mi balcón aquella noche de agosto,
Y conjurando lo derecho y lo inverso
Creamos ya otro universo.

Trabajamos juntos; danzas y ritos y conjuros
Excitando a los cielos y dominando a los infiernos.
Vivimos juntos; cada hora de descanso
Fue endulzada con la miel de tu pecho de azucena.
Nosotros —¡oh qué persistente duda o tal vez miedo abandonó
Mi vida al destino!— nosotros nos separamos. ¿Tuve miedo?
Tuve miedo, miedo de vivir mi amor,
Miedo de que tú fueras la serpiente y yo la paloma,
Miedo de lo que no sé. Estoy contento
De toda la vergüenza y desdicha que sentí,
Pues esas seis semanas me enseñaron a no dudar de ti,
Y a saber que no podía vivir sin ti.

Entonces regresé a ti; negras traiciones alzaron
Sus cabezas, odios ciegos, sordas agonías de miedos,
Crueldad, cobardía, falsedad, promesas rotas,
El templo se mancilló con sacrilegios sin sentido,
Enfermedad y miseria, con un millar de maldades,
Con la malicia reunida de un millón de diablos —
Tú nunca cambiaste de rumbo; tu imponente galeón
Navegó maravillosamente, majestuosamente a
Toda vela, allí donde cualquier otra nave audaz
Se hubiera estrellado contra las rocas, o hundido en la oscuridad.

¡Entonces llegó Pascua, y los días de pleno deleite!
El sol de Dios brillaba a mediodía y su luna a medianoche,
Mientras sobre todas las cosas, auténtico centro de nuestro mundo,
Auténtica fuente de luz, nuestro gran amor perlado de pasión
Dio toda su vida y esplendor al mar
Sobre cuyas olas se erigía nuestra estabilidad.

Y de pronto y furiosamente, sin que se oyera un gemido,
Golpeó la demente maldad del gran ciclón.
¡Qué lejos giraba toda su furia bajo nosotros!
¡En vano trata el azufre de deslustrar el oro!
Vivíamos juntos: ¡toda su maldad no suponía
Sino la libertad de un continente!

El bosque y el río supieron
El hecho de que uno y uno no son dos.
Trabajamos, paseamos, dormimos, estuvimos a gusto,
Gritamos, discutimos; todas las rocas y los árboles
A veinte millas podrían contar cómo jugaron los amantes,
Y nosotros contar un beso por cada claro.
¿Inquietud, hambre, enfermedad y aflicción?
Cada momento fue una mina de felicidad.

Entonces nos cansamos de ser ratones de campo,
Y nos fuimos a París, vivimos allí nuestro sacrificio,
Dándole bayas sagradas a la luna,
La acción de gracias de julio por los goces de junio.

Y tú te has ido — ¿Y cómo puedo yo ahora
Hacer que agosto cante los éxtasis de julio?
Y tú te has ido — ¿Qué malvada estrella
Te hace tan capaz y tan popular?
¿Cómo he hecho surgir esta vieja harpía de la Malicia
Del Infierno — para que ahora se te espere en otro sitio?
Me gustaría que como yo fueras una persona inhóspita
Prohibida, desterrada, apartada de la buena sociedad
— ¿Quién podría interferir entonces
Entre nosotros? — ¡Querida, estarías aquí ahora!

¡Pero no! Debemos luchar, vencer, lograr,
Ganarnos el rencoroso elogio que nunca llega a recompensar,
Azotar perros, pisar serpientes, morder
Las bocas de mula que tienen tal necesidad,
Hasta que haya tanto que perdonar en el mundo
Que pueda volverse un poco posible vivir en él.

Sólo Dios sabe si en la batalla o en la rendición
Está la verdadera valentía; cada una tiene su esplendor.
Pero, puesto que escogimos la primera ¡que Dios ayude al justo,
Y me condene si te fallo en la lucha!
¡Que Dios una de nuevo los caminos que se apartan,
Y bendiga el amor leal de corazón a corazón!
¡Que Dios nos tenga cada hora en cada pensamiento,
Y lleve el navío de nuestro amor a buen puerto!

Estos son mis deseos de cumpleaños.
La aurora al alcance de la mano
Y tú en un exilio en un país solitario.
¿Pero qué sería la magia si esto no diera
A mis pensamientos suficiente vitalidad para vivir?

¡Así pues, no sueñes que esta noche ha sido en vano!
Toda la noche he colgado, como un dios, sobre la cruz;
Toda la noche he ofrecido incienso en el templo;
Toda la noche tú has sido inexpresablemente mía,
Mía en el recuerdo de la primera hora salvaje
Cuando mi ruda zarpa desgarró la desdeñosa flor
De tu jardín cerrado, mía en cada modo,
En cada tiempo, en cada actitud,
En cada posibilidad, todavía mía
Mientras la pompa y boato del sol, signo a signo,
Avance majestuosamente, mía no sólo así
En el atractivo de la memoria y el brillo austral
Del ardor, sino por la imagen de mi frente
Más fuerte que el sentido, tú estás todavía aquí ahora.
¡Mía, profundamente mía, mi hermana y mi esposa,
Madre de mis hijos, la señora de mi vida!

¡Oh cisne salvaje, agitando su alas en la niebla de la mañana!
Los miles y miles de besos que nos dimos,
El infinito mecanismo que nuestro amor inventó
¿Son todos pasado? ¿Están todos por venir? Créeme,
Nada se ha marchado; no pueden dejarme.
Te he recreado dentro de mi corazón y mi cerebro
Tan rápido que no podemos separarnos otra vez.

¿Por qué debería yo cantarte en estos fantásticos salmos,
Cuando todo el tiempo te tengo en mis brazos?
¿Por qué? Es el murmullo de nuestro amor que hace crecer
Los ditirambos de la Tierra y los oráculos del Océano.

Pero amanece; mi alma debe hacer su nido
Donde tus gemidos se van del éxtasis al descanso,
Recipiente del amor, tu pecho de azucena. 

  

© de la traducción Miguel AlgOl