El Corazón Delator

 

 

Adaptado del relato de E. A. Poe


Personajes de la obra:

Jack Adams, un joven (de unos 30 años)
Martin Meyer, un hombre mayor (de unos 60 años)
Clark, un vecino (de unos 45 años)
Un Sargento de Policía y dos Agentes

Ropa: De hace veinte años. La condición social de los personajes está un poco por encima de la de los obreros.

Propiedades requeridas:

Una caja fuerte antigua
Monedas para Jack
Sacos de tesoros, objetos de arte, etc. para la caja fuerte y el escondite
Contraventanas y trancas para las ventanas
Vasos, etc. y bebidas (en la alacena)
Linterna, oscuridad controlable
Calendarios de tiendas de ultramarinos y otra decoración apropiada

La escena representa el interior de una casa rural con ciertas pretensiones, aunque pobremente amueblada.

[Se levanta el telón. Martin golpea contra la mesa su pipa de tubo largo, para vaciarla de ceniza. Jack está sentado a la mesa.]

Martin: Creo que voy a dar una vuelta por el Blue Cow, Jack, para mi trago de antes de irme a la cama. [Se va, vuelve: la mano en el hombro de Jack.] He estado pensando, chico, todos tenemos que morir, ¡y cuando se es viejo se piensa un montón en ello, Jack...! Pero tú no tengas miedo. He estado pensando, chico, Jack Adams ha sido como un hijo para mí, más que un hijo.

Jack: ¡Al contrario! Padre, soy yo el que está contento de que me dijeras que podía llamarte así.

Martin: Más que un hijo, ¡un hijo muy atento, chico! He pensado que yo, yo voy a ir a ver al abogado Brown mañana y arreglar mis pequeñas cuentas para que nadie pueda tocarlas después de mí salvo mi querido chico, Jack Adams.

Jack: ¡No, no, Padre! Ya hablaremos de esas cosas de aquí a veinte años. ¿Te llevarás la linterna, Padre? Las noches están muy oscuras.

Martin: Sí, chico, la voy a llevar. [Aparta la vista. Todo el aire de Jack cambia, y sigue a Martin con una furtiva mirada de odio. Martin coge la linterna y la enciende. Cuando se da la vuelta, Jack es otra vez todo sonrisas.] Y tú acuérdate de las contraventanas. He oído un montón de historias sobre ladrones. Las cosas no estaban así cuando yo era joven, chico. El mundo se hace peor según nos hacemos viejos, Jack.

Jack: Tonterías, Padre, no nos atacarán. ¿O acaso el pueblo no sabe cómo casi le saco la vida [Hace un gesto asesino, tan violento que el viejo se encoge] a Bagstock, que estaba torturando a aquel perro callejero?

Martin: Sí, chico, y bien lo tuvo merecido ese bruto. Ya me voy, Jack, tú eres un chico fuerte y valiente, pero esos asquerosos ladrones tienen armas, tenemos que tener cuidado, mucho cuidado.

Jack: ¡Sólo un trago, Padre!

Martin: Sí, chico... Estoy pensando que un dedito te vendría bien a ti ahora, Jack. Hace una semana o más que te veo raro... aunque esto te voy a decir: nunca hubo un chico más atento en el mundo que mi querido chico, Jack Adams, esta última semana. La pena purifica, sí, purifica. Si estás con líos en la cabeza... vaya, eres amable con los demás, los impresionas, como... hay una bendición para cada cosa, chico, depende de la cosa, una bendición oculta en cada cosa mortal.

Jack: No tengas miedo, Papá Martin. He dormido mal últimamente, pero sé que dormiré bien esta noche.

Martin: Sí, Jack. [Sale por la izquierda.]

Jack: [Comprueba bien que la puerta está cerrada y luego se acerca a las candilejas. Se sienta en el suelo y se ríe calladamente. A continuación escucha atentamente por si se oye algo. Su sorpresa crece casi hasta el miedo. Luego vuelve a reírse otra vez. Saca furtivamente una navaja y con cuidado pasa la yema del pulgar por el filo. Mira la puerta y rechina los dientes. Entonces su aspecto cambia, ríe abiertamente y se pavonea orgullosamente de ello.] ¿Qué voy a hacer con su dinero? Soy rico, rico, incalculablemente rico. No tendré más que decir una palabra y la gente se inclinará ante mí. ¡El hombre más rico del mundo! ¡Hay que ver! Voy a hacer cosas alucinantes. Voy a comprar la Torre de Londres para el pobre viejo Martin, el querido viejo. En mi alma, lo quiero como a un padre. [Una pausa.] ¿Y ahora qué era? Se me ha olvidado... Me acordaba hace un minuto. ¿Pero tuve una idea? Una idea tan bonita... ¡Ajá! ¡Ajá! [Su actitud cambia de nuevo, esta vez es un intenso odio furtivo inspirado por el horror.] Es su ojo... ese ojo velado azul pálido. Es como el ojo de un buitre. La sangre se me hiela. Quiero sacarlo, la sangre correrá caliente por encima de mí. Me bañaré en ella. No volveré a temblar ¡Oh, no! La sangre del viejo es frío amargo. Pero eso no me mirará, velándose hasta que casi se muera... ¡Te odio, te odio, te odio! [Pasea por la habitación.] Siete noches... ¡Siete largas noches! He esperado mi oportunidad para apagar la mirada de ese ojo... en su sangre... en su sangre... ¡en su sangre! [Empuja una contraventana, recobra su aspecto normal.] ¡Ah, los ladrones! Debemos mantener alejados a los ladrones. [Atranca las ventanas y cierra las contraventanas, con mucha naturalidad.] Querido y viejo Papá, para robarle tendrían que pasar por encima de mí. [Tensa sus músculos.] Y ahora, vámonos a la cama. [Sale por la derecha.]

[Regresa Martin por la izquierda. Cierra la puerta y echa el cerrojo cuidadosamente.]

Martin: ¿Está todo bien, chico? ¿Te has ido a la cama?

Jack: [Fuera de escena.] Sí, sí, Padre, todo está bien. Llámame si me necesitas.

Martin: Buenas noches, chico. ¡Que Dios te bendiga, Jack!

Jack: [Fuera de escena.] ¡Buenas noches, Padre! Y dulces sueños.

[Martin comprueba la firmeza de los cerrojos, trancas y demás. Luego va a la caja fuerte y saca diversas piezas preciosas de plata y oro, porcelana fina y cosas parecidas. Las acaricia y las contempla con admiración, las guarda de nuevo, cierra la caja. Luego va al escondite con el mayor sigilo, lo abre, extrae sacos de monedas de oro, juega con ellas.] 

Martin: Nunca descubrirán el escondite del viejo Martin Meyer, lo puedo jurar. ¡Oh, el hermoso oro! Cuando era joven deseaba los besos de las mujeres hermosas, ¿alguna vez un par de labios me tocó tan suavemente como este suave oro brillante? [Ríe en voz baja y con ganas.] ¡Cómo se desliza por mis manos! Las caricias más dulces que nunca haya conocido, y ni a una pieza le falta su preciosa acuñación. ¡Ah! [Se queda escuchando.] ¡Nada! ¡Nada! Pero no me deben descubrir con esto: el viejo Martin Meyer debe tener mucho cuidado. [Vuelve a llenar los sacos y cierra el escondite. Luego va hacia la cama, se desviste, se mete en ella, se pone un amplio gorro de dormir y apaga las luces.] [En voz alta.] ¡Buenas noches, Jack! La puerta se queda abierta: si oyes ladrones, ve a por ellos, chico, y dales la medicina que le diste a ese bruto de Bagstock.

Jack: [Con voz muy somnolienta.] Buenas noches. Sí, Padre, no tengas miedo.

Martin: Buenas noches.

Jack: [Más débilmente.] ¡Bue... noch...!

[Martin se prepara para dormir. Una pausa. La puerta se abre muy lentamente. El público puede ver a Jack agachado detrás, empujándola con infinito cuidado. Lleva una linterna sorda. Esto dura un largo rato. Al final asoma su cabeza cautelosamente, la retira, otra vez vuelve a asomar la cabeza, esta vez un poco más avanzada, con la linterna delante. Se le ve sonreír con dureza. Jack está medio asomado por la puerta entreabierta, y muy cautelosamente saca su mano derecha para abrir el foco de la linterna. Se para a cada momento para escuchar. Su pulgar abre el cerrojo de la linterna y esta oscila contra la puerta, haciendo un ruido inesperado. Martin se incorpora de un salto en la cama, gritando en voz alta.]

Martin: ¿Quién hay ahí?

[Una larga pausa. Ahora Martin da un ligero gemido de abyecto terror. Ambos se mantienen completamente quietos. Otra larga pausa. Luego Jack intenta abrir la linterna con infinito sigilo. Al final surge un único y delgado rayo de luz que cae sobre el ojo de Martin haciéndolo brillar de modo inquietante. Otra larga pausa, pero Jack debería esforzarse en no hacer el menor movimiento, para que el público suponga que él ha oído algo. Al final, con un alarido salvaje, abre completamente la linterna —Luz total en el escenario— e irrumpe en la habitación. Martin grita sólo una vez y muy alto. Jack arrastra a Martin al suelo y pone el pesado colchón sobre él, apretándolo mientras ríe espantosamente. Escucha todo el tiempo, como si oyera los latidos del corazón de Martin. Pone la oreja en el colchón. Al final, con una risotada de satisfacción, quita el colchón y examina el cadáver, la oreja en el corazón.]

Jack: Muerto. Muerto del todo. Muerto del todo.

[Mira a su alrededor. En Francia, Martin desaparecería bajo el escenario por una trampilla y sería reemplazado por un maniquí. Jack sacaría los ojos de este maniquí con su navaja. Sangrarían horriblemente. Jack haría las observaciones correspondientes... Pero en Inglaterra, él simplemente mira a su alrededor.]

Jack: Ahora a esconder el cuerpo. ¡Ajá! Ya lo tengo. [Con un formón levanta tres tablas del suelo y coloca el cuerpo debajo, volviendo a colocarlas después. Arregla el sitio, busca y recoge polvo y lo rocía por encima, rehace la cama, etc.] ¡Ya estoy a salvo! A salvo para siempre de ese ojo azul de buitre. ¡A salvo! [Una iglesia distante da las once.] ¡A la cama! No más largas vigilancias. No más esperar para acabar teniendo a ese malvado ojo velado lanzando sus maleficios de buitre sobre mí. ¡Cómo voy a dormir! ¡A dormir! [Fuera, a la izquierda, se oyen unos golpes fuertes. Jack se sobresalta. Luego, con una mirada de infinita astucia, sonríe.] ¡A salvo! ¡A salvo! [Va hacia la puerta, a la izquierda.]

Una Voz: [Fuera de escena. Apagada. Varias frases medio audibles que terminan en “Meyer”.]

Jack: El viejo Meyer se ha ido al campo. [Con repentina alarma.] ¿No está en el Blue Cow?

Voz: [Enfadada y muy alta.] Abra la puerta inmediatamente, o la echaremos abajo. No quiero molestarle, Mr. Adams, pero creo que es necesario decirle que... [Voces confusas le interrumpen. Jack quita los cerrojos.]

Jack: Ciertamente, ciertamente, vecino, me alegro de verle. Estaba medio dormido cuando ustedes han llamado, y no sabía dónde estaba, como se suele decir. [Los hombres entran en fila.] ¡Pero sargento, pase! ¿Qué ha sucedido ahora? ¿Robo? No aquí, desde luego, donde yo soy el guardián. ¿Se acuerda de Bagstock, sargento? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Pase, Warren; pase, Anderson. Una noche fría. Deberíamos servirnos unos dedos de algo para calentarnos... [Más y más cómodo.]

Sargento: Escuche, Mr. Adams, el hecho es que el vecino Clark, aquí presente, ha oído un terrible grito en esta casa y...

Jack: ¡Ja! ¡Ja! Clark, es usted un tío simpático. Aunque esto no es ninguna broma para mí, porque la verdad es que tuve el sueño más espantoso...

Sargento: Y entonces usted gritó, por supuesto. Me parece, vecino Clark, que usted se ha confundido de plano.

Clark: ¿Pero dónde está el viejo Meyer? Juro que le vi venir hace menos de media hora.

Jack: Ya le digo que no está aquí. ¿por qué no lo busca usted, viejo despistado?

Sargento: Sí, Mr. Adams, eso parece lo más sencillo.

Jack: Sólo fíjese antes de nada en lo que los ladrones han hecho, sargento. Tres cajas fuertes grandes sacadas enteras... contraventanas rotas... [Va hacia ellas y las golpea.] Habitación en desorden... [Arroja la ropa de la cama al suelo.] Parte del botín tirado por el suelo... indica que los ladrones fueron interrumpidos en su infame ocupación. [Esparce algunas monedas por el suelo.] El cuerpo asesinado de Meyer sacado por la chimenea... Vaya y mire, Clark, no tenga miedo, hicieron su trabajo a conciencia... ¡No le van a morder! Mi cuerpo asesinado... ¿Dónde escondería yo mi cuerpo asesinado, eh? [Los policías se ríen a carcajadas, cada vez más alto, y Clark parece cada vez más tímido.] ¡Oh! Lo encontraréis en mi habitación, debería pensar yo: corramos allá. [Les empuja a través de la puerta, a la derecha.] Lo siento, pero no puedo ayudarles a buscarlo... Debo preparar esas cervezas. [Va a la alacena y coge cerveza y vasos. Viéndose solo, susurra: ¡A salvo! ¡A salvo! volviendo al comportamiento furtivo y malicioso. Entonces de pronto parece escuchar atentamente. Todo este riempo se oye a los otros fuera de escena, hablando y riendo. Jack va a la derecha, cierra bien la puerta, va al lugar donde está el cadáver, escucha poniendo la oreja en el suelo. Con gran terror, incorporándose y quedándose de rodillas.] Eso es... eso es... bajo, lento y solemne, pero es... otra vez... ¡otra vez! ¡Dios! ¡Dios mío! ¡Lo van a oír! [Las voces aumentan, regresan. Vuelve a adoptar sus maneras cordiales y va de un lado para otro, sirviendo la cerveza.] [Regresan los otros.] ¿Qué, han encontrado ustedes todo como les dije?

Sargento: Vecino Clark, no volverá a oír cosas de estas por lo menos durante un año. [Se acerca a la mesa. Bebe con ganas.]

Agente 1º: ¡Ladrones! ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo!

Agente 2º: ¡Asesino! Ja! ¡Ja! ¡Ja!

Sargento: ¡A su salud, Mr. Adams!

Jack: A la suya, vecino Clark. Sin rencor, amigo, sin rencor. [Aparte.] ¡Más fuerte, más fuerte! Van a oirlo.

Clark: Bueno, yo estoy seguro de que...

Sargento: ¡Nunca esté seguro! La primera regla de oro de un buen agente.

Jack: ¿Qué? ¿Qué? Que no... [Más alto.] ¡Que no! Conoce tu propia mente y pégate a ella. Cantemos... ja, ¿qué decía usted? ¿Que la vida de un policía no es feliz?

Sargento: Bueno, no hay tanto problema. Merece la pena venir a charlar con una buena persona y tomar un vaso de cerveza como este.

Jack: ¡Tome un poco más! Que cante alguien... Clark, cante usted.

Clark: ¿Cómo? Es muy tarde.

Sargento: Anímese, vecino Clark, todos cometemos nuestros errores.

Jack: [En voz más alta.] ¡Pues yo digo que no! Yo nunca cometo un error. Yo nunca... ¡Que cante, le digo!

Sargento: Cante usted, Mr. Adams, con la voz tan hermosa que tiene. Cántenos la Canción de la Cosecha.

Jack: [Todavía más alto.] No hay canción. No hay cosecha. Llovía... llovía... llovía... tap... tap... [Grita.] Usted es un mentiroso. El sol brillaba, no había ni un sonido, ni un sonido. [Los otros comienzan a mirarle sorprendidos.]

Clark: [Aparte, al Sargento.] Ha estado un poco así como excitado estos últimos días... y la cerveza es muy buena. ¡Que no se dé cuenta de que usted lo está observando!

Sargento: [Aparte, a Clark.] Bien, muy bien, vecino Clark.

[Jack comienza a cantar, no puede recordar la letra, canta cualquier cosa, muy alto, arrastra la silla por la habitación, golpea con ella el suelo con un estrépito cada vez mayor. Los otros siguen charlando y riendo. Jack al final se ha quedado exhausto. Asume su aire furtivo y sospechoso. Los otros no se dan cuenta, pero ríen cada vez más fuerte. Jack los observa intensamente, alza los brazos, se precipita sobre el Sargento, le agarra por el hombro y lo tira al suelo. Chilla.]

Jack: ¡Villanos! ¡No finjáis más! ¡Admito lo que hice! ¡Romped las tablas! ¡Aquí! ¡Aquí! [En el suelo.] ¡Es el latido de su espantoso corazón!

TELÓN



© de la traducción Miguel AlgOl