El Comedioses

 


 

[La idea de esta oscura y fantástica pieza es como sigue:
Por un glorioso acto, la miseria humana queda asegurada (Historia del Cristianismo).
Por lo tanto, el aprecio por la personalidad de Jesús no es excusa para ser un cristiano.
Inversamente, por una vil e irracional serie de actos, la felicidad humana queda asegurada (Historia narrada en esta pieza).
Por lo tanto, los ataques a los Místicos de la Historia no necesitan llevarnos a condenar el Misticismo.
Además, el Conocimiento del Bien y el Mal es un Árbol cuyo fruto el Hombre todavía no ha probado: así pues el Diablo realmente engañó a Eva, o (más probablemente) Eva engañó a Adán. A no ser que (lo más probable de todo) Dios engañara al Diablo, y el fruto no fuera al final sino una manzana común.
Cfr. H. Maudsley, Life in Mind and Conduct]

Personajes

Criosda, de 33 años.
Maurya, su hermana, de 16 años.
Rupha, la Bruja de la Eternidad.

La escena de la tragedia se desarrolla en una antigua casa solariega escocesa, muy remota.
El tiempo es el siglo veintiuno después de Cristo.
La acción de la pieza abarca muchos años.
Para los fundamentos de esta pieza el estudiante puede consultar cualquier tratado moderno de sociología. 

 

ACTO I

Criosda, Maurya. 

[El escenario es una antigua casa nobiliaria, decorada de modo esmerado y algo grotesco (por la incongruencia) como un antiguo templo egipcio. Centro: un altar entre dos obeliscos, sobre él un incensario vomita humo en grandes cantidades. Encima, en la parte de atrás del escenario, hay un imponente trono, cuadrado y simple, sobre una escalinata. En él se sienta Maurya, inmóvil y callada. Está vestida con sombrías ropas verdes, decoradas con viejos bordados de color rosa. Lleva pesadas pulseras de oro en muñecas y tobillos y su corona es un disco de oro, apoyado en cuernos de plata que surgen de la frente. Sobre ella hay una tabla, pintada toscamente, que representa el Globo Alado con muchos colores. Ante el altar está arrodillado Criosda, que está vestido con un ropaje blanco ceñido con una faja azul. Tiene sobre los hombros una piel de leopardo, sujeta alrededor del cuello por un broche de oro. Lleva una “ankh” en la mano izquierda, y una vara cadúcea en la derecha. Tiene sobre la cabeza el yelmo alado de Mercurio, y sus sandalias también llevan alas. Está murmurando en voz baja cierta fervorosa oración y luego echa incienso en el incensario. El murmullo bajo continúa durante un tiempo considerable. Maurya permanece completamente quieta, como alguien ensimismado en sus propios pensamientos. De pronto, con una vehemencia que sobresalta, la salmodia estalla.] 

Criosda: ¡Salve! ¡Salve! ¡Salve! 

[Maurya, sobresaltada, alza la vista y se incorpora a medias. Luego se sienta otra vez, con una extraña y dulce sonrisa de inocencia y ternura.] 

Criosda: [En voz más baja.]
El mundo se sostiene sobre tus pechos
Como también la rosa.
¿No quieres arrullarlo hasta que descanse,
En algún fuerte reposo
Más satisfactorio que el pálido sueño,
Más largo que la muerte, más profundo?

¡Salve! ¡Tanto en el crepúsculo como en el alba!
¡La puesta de sol se termina
Tanto en el lago como en el césped!
El rayo rojo resplandece
A través de caminos orbitales zigzagueantes
En el misterio de la alabanza de Maurya.
¡Óyeme, oh sacerdote, en lo vespertino!
Esta agonía, más delicada
Que la del amor y la de la vida, invade, divide
El mundo de los lamentos.
¡Tu sonrisa, tu murmullo de placer, es suficiente
Para llenar el mundo de vida y de amor!
[Él se inclina en profunda reverencia, pero también con el aire de uno que espera un favor.]
[Maurya, como en trance, se levanta lentamente, recoge los ropajes alrededor de ella y desciende al altar. Al llegar a su altura se inclina e incorpora al hombre cogiéndolo por los brazos extendidos. Ella pone sus labios en su frente y él, con un suspiro profundo, que no daría ni uno que estuviera en éxtasis, se queda atrás, respirando profundamente. Ella levanta las manos y las lleva hacia adelante de un modo muy forzado y lento, y dice con solemnidad:] 

Maurya: La Bendición de Maurya.
Bendita sea la Casa de los Siervos de Maurya.
Benditas sean las Piedras de la Casa.
Bendito sea el Árbol de la Casa.
Bendita sea la Comida de la Casa.
Benditos sean los Hombres de la Casa.
Bendito sea todo el Universo por ellos.
La Bendición de Maurya.
[Un corto silencio. Maurya retrocede y deja la corona y los ropajes sobre el trono. Ahora está vestida de maravillosa seda carmesí, ceñida y con adornos de armiño. Su pelo de bronce dorado está recogido maravillosamente alrededor de la cabeza. Baja al nivel de Criosda, le quita el yelmo y le acaricia tiernamente el pelo.] 

Maurya: ¡Criosda, mi hermano! 

Criosda: ¡Maurya, hermanita!
[Él sonríe con profunda dulzura. De repente siente una fuerte punzada; se echa las manos a la garganta y grita roncamente: ¡Ah!. Se estremece con una terrible emoción.] 

Maurya: ¡Criosda, siempre lo mismo! El mundo antiguo avanza sobre ruedas de risas por nosotros, pobrecitos; por ti, al que se le cansan los hombros, la carroza parece un demonio azotándote hasta el infierno. 

Criosda: ¡Maurya! Estos pensamientos no te convienen. Niña, ver la pena es probarla. 

Maurya: No. Porque una pena tal es su propia alegría tranquila. Pero... comparte ahora conmigo tu dolor. 

Criosda: [En agonía.] ¡No! ¡No! ¡Eso no! 

Maurya: [Sonriendo.] ¿El sacerdote tiene secretos para con la diosa? 

Criosda: [Con un grito como de dolor físico, mortalmente agudo.] ¡Para! No bromees ahora. 

Maurya: No pretendía bromear. ¿Como hermano a hermana? 

Criosda: ¡Ah! Esto duele, esto duele. 

Maurya: ¿Soy dura? 

Criosda: Tan dura como el propio miedo de mi corazón. 

Maurya: ¿Tienes miedo? ¿He hecho algo malo? ¿Es la joven Maurya la enemiga de Maurya la diosa? 

Criosda: ¡Ah, por supuesto! 

Maurya: ¿No está casi terminado el trabajo? 

[Criosda agarra su cadúceo, que había soltado, y lo aprieta salvajemente contra su pecho. Después, en una explosión donde se mezclan la ferocidad y la alegría, arroja a Maurya al suelo, levanta las manos hacia el trono vacío y, dirigiéndose a él, grita con una estridente carcajada:]
Criosda: ¡Sí, esta noche!
[Un espasmo le asalta y cae al suelo boca abajo.] 

Maurya: ¡Criosda! ¡Estás enfermo, enfermo! ¡Que alguien me ayude!
[Él permanece callado; ella desabrocha la piel de leopardo e intenta reanimarlo.] ¡Janet! ¡Angus! ¡Angus!
[En voz baja.] Angus es el indicado... ¡salvó al pobre Kenneth!
[En voz alta.] ¡Angus! ¡Oh miserable! Nadie viene a ayudarme. ¡Criosda! ¡despierta! ¡despierta!... Oh, debo sacarlo de aquí... ¡Nadie puede entrar aquí!... Qué mala suerte. ¡El viejo Andrew descubrió el pasadizo! ¡Y al día siguiente estaba muerto...! ¡Asesinado, asesinado! ¡Oh, qué horrible!... ¡Qué lugar tan horrible es este con toda su belleza y amor! y mi adoración... Oh, qué extraño es todo esto. ¡Criosda! ¡Vuelve!
[Ella comienza a transportarlo hacia la puerta, entonces se da cuenta de la vestimenta blanca del hombre.]
Hay que quitar esto: ellos no pueden ver la ropa sagrada. ¡Criosda! ¡Mi querido amado hermano, mírame!
[Ella le quita la vestimenta. Se ve ahora a Criosda vestido con una falda escocesa de tartán verde oscuro y una chaqueta de estilo militar con botones de plata. Una daga cuelga a su lado. La empuñadura es de una forma inusual, coronada por el círculo y la cruz que resultan familiares a los que visitan Iona.]
¡Criosda! ¡Ah, sí, abre los ojos, abre los ojos! ¡Qué pálido estás! No hay sangre en tus labios. 

Criosda: [Sacudiéndose violentamente de los brazos de ella.] ¡Sangre! ¡Sangre! 

Maurya: Descansa tranquilo, querido, estás enfermo. ¡Así! Así está mejor. Ven... ¿Puedes andar un poco...? Buscaremos a Angus para que nos ayude. 

Criosda: ¡No! ¡No! ¡Estoy bien! ¡Estoy bien! ¡Vete, vete! Si me amas, vete. No puedo soportar esto más. Tu presencia es mi dolor. No hay nada más. Nada... ¡déjame! 

Maurya: ¡Criosda, mi propio hermano! 

Criosda: ¡Vete! ¡Oh demonio! ¡Demonio! ¡Maurya!
[Él levanta un brazo amenazante contra el trono vacío. Repentinamente, con un sonido inarticulado de su garganta, se desmaya otra vez.] 

Maurya: ¡Oh! ¡Oh! Tiene que salir de aquí y recibir cuidados. ¿Dónde está la palanca? Aquí.
[Sin dejar de sostenerlo por un brazo, ella levanta una pesada aldaba y la deja caer. Un eco oscuro, de un volumen sorprendentemente alto, se deja oír. La puerta se abre sola lentamente.] 

Criosda: [Recobrándose.] ¿Quién está en la puerta? Atrás, atrás. Es mala suerte, mala suerte, te digo. ¿Dónde está el viejo Andrew? El fiel loco... ¡Oh, la última mirada aterrorizada de sus ojos vidriosos! ¿Qué estoy diciendo? ¡Maurya, niña, vete! Debo atender el templo. Debo estar solo. No es conveniente... 

Maurya: Estás enfermo; vamos a que te atiendan a ti primero. 

Criosda: ¡No! Estoy bien. Tú eres una muchacha, no un Dios. 

Maurya: ¡Oh! ¡Oh! ¿He hecho algo malo? ¿Ya no soy...? 

Criosda: ¡Para, no! [Aparte.] Debo ser un hombre... ¡Uf! [En voz alta.] Hermanita, has de saber que aquellos que adoramos como nuestros dioses son dioses. El poder es mío: Ningún Dios se destrona a sí mismo. Ninguno puede. Lo quiera o no, Dios debe ser Dios: es un destino desafortunado como dote para una muchacha, un camino ingrato para el pie de una muchacha. 

Maurya: ¿Por qué entonces no soy la Diosa Maurya? 

Criosda: ¡Sí! ¡sí! Por supuesto, pero sólo porque yo así lo he dispuesto. 

Maurya: ¿No fue milagroso mi nacimiento? Y extraña la muerte de los viejos de esta casa que te habían nombrado guardián? 

Criosda: Sí, niña, eso fue extraño. 

Maurya: Entonces, el poder que al final me hace una verdadera Diosa Maurya ¿es tuyo, tuyo sólo? 

Criosda: [Solemnemente.] ¡No! ¡Alto! ¡No preguntes más! Aquí está lo esencial del asunto, lo horriblemente esencial. Ciegos son los ojos del destino, y atadas están las alas de la voluntad. De ti depende todo. 

Maurya: ¿De mí? 

Criosda: De ti. 

Maurya: ¡Haré cualquier cosa para triunfar! 

Criosda: ¿Cualquier cosa? 

Maurya: Cualquier cosa. 

Criosda: ¡Ah, entonces! No, no, eso no es suficiente todavía. No es definitivo todavía. ¡Alto! Loco, ¿lo daré a entender y arruinaré todo con una palabra? [La mira con ojos intensamente fieros.] ¡Ah!
Maurya: [Un poco asustada.] ¡Ven, oh hermano mío! Es hora de irse. 

Criosda: ¡No! Déjame. No ha pasado ni una hora.
[Maurya sonríe, deja su mano un poco sobre él, y después atraviesa lentamente la puerta, con los ojos fijos en el amor y la confianza que siente por él. Criosda se pone en pie y aprieta con furia una segunda palanca. La puerta resuena con el mismo golpe sobresaltador de antes. Criosda se dirige tambaleante al altar; con una mano sobre él, se vuelve hacia la puerta.]
¡Por Dios! ¡Quisiera que sus ojos fueran heridas sangrantes en mi corazón! ¡Ah, pero sin embargo! Si ella fuera un perro, no podría hacerlo. Es mi hermana...
[Se vuelve con un grito hacia el trono y levanta los brazos.]
¡Y yo quiero! ¡Muerte! ¡Muerte! Hace un año esta noche. Preparé sus primeros ornamentos de oro... ¡Mi cerebro está enfermo! Quiero café... o hachís... ¡No! ¡Eso es para ella! Debo tenerlo todo muy claro y estar muy tranquilo, muy claro, muy tranquilo. Cómo puedo estar enfermo... [Corrigiéndose a sí mismo con esfuerzo.] Enfermo puedo estar. ¡Ja!
[Va al altar, lo abre, saca una botella llena de un licor azul pálido con rosadas estrellas de luz dentro, lo vierte en un cuenco hondo y lo lleva hacia la luz. La habitación está iluminada con electricidad, las bombillas son los ojos de extrañas bestias esculpidas en piedra en las paredes.]
Por ahora la historia es verdad. [Bebe un poco.]
Así es mejor. Soy otra vez el sacerdote de Maurya... ¿Quién es el hermano de Maurya? ¡Un insulso mono del tiempo...! ¡Frío, demasiado lógico...! ¡Sí! Y un crimen, un crimen que hará estremecerse las estrellas en el cielo, pensarán los hombres. Pero las estrellas son indiferentes, apostaría por ello. Es cierto, las noticias no les llegan. Es cierto, esa estrella que veo no es una estrella; lo fue hace seis, diez, veinte mil años... ¡Lógico, pues...! Y voy a beber, porque lo parentético es un pobre substituto... [Bebe.] ¡Cómo me enciendes! Con ese fuego helado de adamante. Valdría la pena ahora que tirara hacia atrás de la cadena cuyo último y suave eslabón se desliza sobre la rueda dentada del tiempo. Pues en el comienzo la vastedad de los cielos y de la tierra creó la idea de Dios. Y Lévi sarcástico en su apostasía: à rebours. Y Müller, mitopoeico en su estilo de desenmascarar la mitopoeia. Y la ciencia más profunda, la amplitud de Spencer, la erudición demasiado superficial de Allen, la investigación de Frazer, descubren lo que los hombres han hecho... desde que los hombres hacen cosas... Sus dioses, caídos y comidos. ¡Superficie! Yo, Criosda de la Penumbra, veo la verdad en todo, en vez de la verdad en nada. Bajo el rito ¡la visión! Más allá del sacerdote ¡el poder! Sobre el sentido común ¡el alma! Así pues los hombres que hicieron sus dioses hicieron algo notable. Así yo haré en suprema verdad un nuevo dios, dado que los viejos están muertos, o borrachos de vino y jugo de soma. ¡Y cánnabis y opio! ¡Maurya, tú serás! Me he atrevido durante largos años. Primero la doble muerte de los viejos chochos, la lenta coacción de la mente de Maurya hacia el propio final. Después, estudiar; después, investigar en lugares largamente olvidados en Occidente, profundamente escondidos en Oriente: el rito perfecto, creado en su forma por manos y cerebros laboriosos. ¡Y esto [Levanta la copa.] son sus primeros frutos! ¡Salve a ti, fuente del juicio, claro licor, hijo de tan duras atenciones! ¡Bebamos! ¡Por la paz del sacerdote! [Se bebe todo el licor.] ¡Sé tú mi luz! ¡Despeja los sombríos canales de la mente! ¡Fuera horror! ¡Fuera compasión! Sé el cerebro, el ingenio todopoderoso de la Voluntad... Y todas esas fuerzas más sutiles y más profundas, inexorablemente adivinadas, terriblemente demostradas... ¡Que sean fuertes por ello! ¡Despertad, oh dormida serpiente del alma, habilidades insospechadas, poderes inimaginados, objetivos no soñados! [Camina ahora calmadamente alrededor del templo, arreglando todos los ornamentos. Vacía el incensario.] ¡Sombría influencia del humo! ¿Dónde se encuentra su efecto psicológico? ¿Qué droga disimula el portento? ¡Misterio! Misterio nueve veces cerrado sobre sí mismo. Este tema debería transportar la mente... ¡Sí! ¿Lo suficientemente oscuro para que la mente debiera trabajar en ello? ¡Y la prueba existe, y está implícita en el propio pensar sobre ello! De otro modo todo nuestro trabajo sería en vano. Estos dos son uno ¿Y en su esencia? Más profundo, cada vez buceo más profundo. [Saca la daga y comprueba la punta.] ¿Y me mostrará algo el mañana? [Apaga las lámparas, va hacia la puerta y la abre. El sonido le sobresalta.] ¡Odio esta puerta! ¡Sería raro que el aire exterior trajera gente! ¡Hombre, tú la compadeces! Hombre, estás arrollado por esa marea roja de deseo que gira sobre la gran repugnancia gracias a la vasta voluntad, asqueroso éxtasis de la muerte. ¡Esto te lo digo a ti, hombre! Tuyas son las ardientes lágrimas de simpatía, el tierno amor por la joven flor. Y nada de ello es del sacerdote. ¡Pero basta!
[Sale. La puerta resuena de nuevo. Cae el telón. Cambia la escena. En el centro se ve sentada a Rupha, una bruja vieja y arrugada, de estatura gigantesca. La escena representa una cumbre solitaria cubierta de piedras. En algunos lugares crece una hierba áspera. Hay tres grandes menhires de pie en el centro. Luz de luna.] 

Rupha: El conjuro de la respiración.
La saga de la muerte.
El secreto de la tierra.
El comienzo del nacimiento.
La palabra del lamento.
¡Jo! ¡Jo!
Olfateo la víctima.
Huelo el aire.
El amanecer del día
Crea el mayo de Maurya
La rara diosa.
La luz de las estrellas
Ees suyo. Id, id,
Gente silenciosa,
¡Enjaezad vuestros coches!
¡Asegurad el yugo!
Es tiempo de Saber.
¡Jo! ¡Jo!
¡Malas acciones!
Ella sangra, sangra
La cabeza dorada
Se marchita.
Ella está muerta, está muerta.
Ella es Dios, ¿y yo?
Yo soy fuerza.
Yo soy poder.
Yo soy luz
durante una hora.
Soy fuerte, crezco.
¡Jo! ¡Jo!
Enseñé a Criosda
Los malvados conjuros.
Mía fue la melodía
Que su pasión entonó.
Mío es el sonido
De la vieja puerta.
Mitad el secreto
Que di ¡no más!
Mitad el secreto
que guardo oculto.
¡Ocultémoslo profundo!
¡Ese es mío!
Voy a trabajar.
Él no es nada.
Los conjuros adivinan
Torvo es el trabajo.
¡Salve a las tinieblas!
[Se oye un lejano gemido.]
¡Cubridme! ¡Escóndete,
Rupha, escóndete!
Es un enemigo.
¡Jo! ¡Jo!
[Las nubes han ido oscureciendo la luna. Ahora hay oscuridad. Un zorro pasa por el escenario.]
¡Poderoso! ¡Poderoso!
Así es el presagio.
¡No temamos a los enemigos!
[Se levanta.]
Mío es el botín
Del encarnizado esfuerzo.
¡Tenebroso, tenebroso!
¡Ah! Pero me río
Porque él no es más que un necio.
¡Él ha perdido!
¡Él está perdido!
¡Tomemos el báculo!
¡Tracemos el signo
Del círculo cruzado!
[Hace un círculo con una cruz dentro.]
¡No hay luz dentro!
¡Madre del pecado,
Has vencido!
¡Muerte al sol!
¡Salve, tinieblas
Del cadáver podrido!
¡Salve, muchacha!
¡Jo! ¡Jo!
[Deambula por el escenario, murmurando salvajes conjuros con risa triste y palabras inarticuladas. Con un último ¡Jo! ¡Jo! cae el telón.] 

[Cambia la escena y vemos de nuevo el escenario como en la Escena I. Maurya y Criosda están como al principio. Criosda está, sin embargo, absolutamente tranquilo.]

Maurya: ¡Criosda, contéstame! 

Criosda: He oído y obedezco. 

Maurya: ¿Este amanecer me verá emprender el vuelo final? 

Criosda: Lo hará. 

Maurya: ¿Seré llevada completamente fuera de la tierra? 

Criosda: Así será. 

Maurya: Entonces, cumple con tu deber, sacerdote mío. 

Criosda: ¡Sí! ¡Sí! 

Maurya: No siento ninguna señal anunciadora de ello. 

Criosda: No. Es repentino. 

Maurya: ¿Qué falta entonces? 

Criosda: Un objeto; una palabra. 

Maurya: ¿Dónde está el objeto? 

Criosda: Es este incienso en mi mano. 

Maurya: ¿Cuál es la palabra? [Criosda permanece en silencio.] Criosda, contéstame. 

Criosda: Invocar a la muerte sería contestar a eso. 

Maurya: ¡Ah, entonces, abstente! [Criosda permanece callado.] ¿Cómo podré conocer esa palabra? 

Criosda: La buena suerte puede alumbrarla. 

Maurya: ¿Y la mala suerte? 

Criosda: Retrasarla un año. 

Maurya: Ah, que yo obtenga un poder cuya dulce oposición pende sobre mí ahora: ¡Mandar en la suerte! 

Criosda: ¡La destreza manda en la suerte! 

Maurya: ¡El objeto! 

Criosda: ¡Aquí, oh Maurya! 

Maurya: Voy a ti. 

[Criosda toma hachís y lo echa en el incensario encendido. Maurya baja al escenario y se inclina sobre el incensario. Criosda lo levanta y lo ofrece reverentemente.] 

Maurya: Me parece que algo anunciador del acontecimiento corre por mis venas, lanzando deleite. ¡Qué extraño es! Me estoy yendo. ¡Criosda! Las murallas del mundo se derrumban con un estrépito. ¿Dónde sucede todo esto? Estoy fuera de mí misma: Me expando.Oh Maurya ¿Dónde estás, pequeño fantasma de hace miríadas de eras? ¡Qué memoria! ¡Ah! ¡Ah! Ella cae.
[Maurya se tambalea. Criosda, que ha estado observándola muy de cerca, la recoge y la acuesta cariñosamente sobre el altar.]
¡Oh, qué felicidad, qué felicidad! ¡Criosda, mi querido hermano, cómo te quiero! ¡Me gustaría dormir para siempre... Me gustaría morir! 

[Criosda, que había estado inclinado sobre ella, da un salto y chilla.]
Criosda: ¡La suerte de Maurya!
[Saca rápidamente su daga, que brilla en lo alto. Salta sobre el cuerpo de Maurya y se la hunde en el corazón.] 

TELÓN

 

ACTO II

Cuarenta años después.
El escenario es un mar abierto y con tormenta. Rupha, con su báculo, cabalga sobre las olas en una cáscara de berberecho. 

Rupha: ¡Ja! ¡Ja!
En la tormenta
Yo cabalgo.
Los vientos me llevan.
Las olas me temen.
Yo espanto. Yo hundo
su orgullo.
¡Que venga aquí,
Siempre a la deriva,
Náufrago y perdido!
Su vida se marchitará.
La daga romperá
El conjuro mal tejido.
Le oigo venir
A través de la espuma
Con un bang y un bum.
Los vientos, hum, hum.
Las olas ruedan y chocan.
¡Jo! ¡Jo! ¡La condenación!
¡Jo! ¡Jo! He vencido.
Venceré.
¡Muerte al sol!
¡Vida al pecado!
Cosechan lo que han sembrado.
¡Jo! ¡Jo!
[Una barca a la deriva entra por la izquierda. En ella está de pie el viejo Criosda, el pelo blanco flotando en la tormenta, con los brazos cruzados. Sus ojos están apagados, como si miraran hacia dentro.]
Rupha: ¡Ja! ¡Ja!
Este es el sacerdote.
¿Estás pensando
En el banquete?
¡Criosda, retrocede!
El conjuro es aflicción!
¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: ¡Madre del pecado! 

Rupha: ¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: Entonces al final la Suerte de Maurya lanzó un doble seis para perder a Criosda. 

Rupha: ¡Jo! ¡La Suerte de Maurya! El poder de las acciones. 

Criosda: Te encuentro, madre, al final. El último destello de la vida brilla a través de la tormenta. 

Rupha: ¡He sido encontrada! ¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: ¿Qué pasa con el poder? He mandado a estas olas estar tranquilas, en nombre de Maurya.
[La tormenta acrecienta momentáneamente su violencia. Rupha murmura algo. Criosda muestra con un gesto que sabe que sus palabras no valen de nada.] 

Rupha: ¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: ¡Realicé bien y con habilidad el rito que aprendí en tu regazo, vieja loba! 

Rupha: ¡Jo! ¡Jo!
Es mio el poder
Del conjuro divino.
¡Silencio, vientos!
¡Paz, olas!
El hechizo ata
Su cólera
En las tumbas
Bajo el océano.
¡Despejad el camino!
¡Cesad vuestro movimiento!
¡Rápido, sed lentas!
¡Jo! ¡Jo!
[La tormenta cesa.] 

Criosda: ¿Entonces las palabras tuyas sí valen? 

Rupha: ¡Ja! ¡Ja!
Valen.
Valgo.
Si Rupha fallara
todo estaría listo.
¡Muerte al sol!
Yo sé.
¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: ¡Todo eso lo hice por ti! 

Rupha: ¡Ja! ¡Ja!
¿Que fue lo que hiciste?
¡Ja! ¡Ja!
¡Ja! ¡Ja! 

Criosda: ¡Qué fue lo que no hice! ¡Todo! 

Rupha: ¡Cuéntamelo, cuéntamelo!
Esto es un hechizo. 

Criosda: Te lo voy a decir todo. ¡Oh mar, trágame al pronunciar la última palabra! 

Rupha: ¿Obedece?
¡No! ¡No!
¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: ¡Siniestra! Hice tu rito debidamente. Se drogó (y bailó con deleite por ello la mente de la muchacha), se colocó el cuerpo de la muchacha sobre el altar. Entonces ella dio su consentimiento. Y yo golpeé una vez. 

Rupha: ¡Ja! ¡Ja!
¿Qué pasó después? 

Criosda: Arranqué su corazón, y mantuve su llama en lo alto. La negruzca sangre chorreaba por mis brazos... y entonces, entonces... 

Rupha: ¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: Con rojos labios que apestaban por el asqueroso banquete, entoné, en agonía sin ritmo, el conjuro. Se sucedieron las negras palabras. Entonces cierta fuerza me desgarró. Oía las lágrimas cayendo en mi corazón. Oía la risa de algún poderoso Dios oculto en el centro de la materia. Era yo, el repugnante ser de la risa maníaca, cuando el aborrecimiento prepara la cama al placer, y se enroscan los miembros agónicos alrededor del potro de tortura... éxtasis punzante... ¡Maurya! Sí, era yo. Y yo también el lobo gimiente que aúlla alrededor de este infierno que es mi corazón. Y yo el helado e intangible que contempla todo y no es nada. 

Rupha: ¡Tres en uno!
¡Uno en tres!
¡Muerte al sol!
¡Gloria a ti!
¡Tú estabas allí!
¡Es suficiente!
Esto crecerá.
¡Jo! ¡Jo! 

Criosda: Dicho en inglés: yo estaba loco. Pero ningún portento nuevo confunde el curso del sol. Dejé mi casa para buscarte. Cuando la destreza no me valió, me eché al mar para probar la Suerte de Maurya.

Rupha: Deberías haberla probado antes de nada. 

Criosda: ¡La Suerte puede valer si esa retorcida lengua llega a hablar con sinceridad! ¿Hay algo que quieres que haga? Para mí ya no hay nada que perder. Mi vida me la jugué en una tirada. Y al perder, he perdido. Soy indiferente a mi destino, como las estrellas lo serían a mis maldiciones, si estuviera lo suficiente loco como para maldecir.

Rupha: El destino sigue extraños caminos. 

Criosda: No me importa. 

Rupha: ¿Cuánto hace que te marchaste de tu casa? 

Criosda: Siete años. 

Rupha: ¡Regresa! 

Criosda: ¿Cómo puedo hacerlo? 

Rupha: ¡Pisotea la barca bajo tus pies, sintiendo el fondo! 

Criosda: ¡Ya está!
[La barca se hunde. Criosda también se hundiría si no se hubiera agarrado al báculo extendido hacia él.] 

Rupha. Y ahora ¡mantente en pie solo! 

Criosda: Me mantengo. 

Rupha: Entonces ¡Desvanécete, oh visión del mar! ¡Despierta, oh visión del templo! 

Criosda: ¿Todo es una ilusión? 

Rupha: Todo. El crimen y el amor son formas de lo desconocido, esto ni tú mismo ni yo podemos verlo siempre. Por lo tanto, tan lejos como pueda ser, ¡Despierta, oh templo! 

[Golpea el mar con su báculo. La tormenta crece, cada vez más fuerte y más oscura. Sólo sus siluetas se distinguen débilmente contra el fondo oscuro de nubes.]
Rupha: ¡Desvanécete, desvanécete, oh oscuridad de la mañana! 

[La escena, que está muy oscura, se aclara gradualmente. Se ve el Templo como en la Escena I. En el trono está sentado el cuerpo embalsamado de Maurya. El altar llamea con el carbón encendido, surge un leve humo de incienso. Rupha y Criosda están en el centro. A la derecha de la escena dos sacerdotes ofician. Un hermoso coro entona letanías en voz baja. Algunos jóvenes se encuentran en una barrera hecha por las candilejas (en el centro) en oración.
Una mujer mayor entra y trae una ofrenda de flores, que los sacerdotes reciben y lanzan ante el trono. Rupha hace señas a Criosda de que permanezca en silencio.] 

Sacerdote 1º: ¡Loada seas, Maurya, secreta Señora de las Estrellas! 

Coro: ¡Que naciste sobre la tierra! 

Sacerdote 2º: ¡Loada seas, Maurya, Señora de la Vida! 

Coro: ¡Que moriste por nosotros! 

Todos: ¡Loada sea por siempre Maurya! 

Los que rezan: ¡Maurya, óyenos! 

[Todos se inclinan más y más en adoración. Silencio. Se levantan. Los sacerdotes vean a Rupha y a Criosda.] 

Sacerdote 1º: [Susurrando.] Es la Madre de nuestra Señora. 

Sacerdote 2º: [Susurrando.] ¿Quién es el que está con ella? 

Sacerdote 1º: [Susurrando.] El primer discípulo. 

Sacerdote 2º: [Susurrando.] ¡Bendito sea este día, oh hermano! 

Sacerdote 1º: [Susurrando.] Vayamos y reverenciémosles.
[Se acercan a Rupha y Criosda y se inclinan profundamente ante ellos.] 

Rupha: ¡Criosda! La sublimación de un acto da la vuelta a través de la eternidad, más allá de los polos del espacio. Escoge pues qué lentejuela del vestido del tiempo brillará en tus ojos; porque el tiempo apremia. 

Criosda: ¡Madre! Quisiera ver la Suerte de Maurya manteniéndose dos mil años a partir de ahora.
Rupha: Buen sacerdote, trae el globo de cristal. 

Sacerdote 1º: Sólo tienes que decirlo.
[El sacerdote trae un cristal y lo coloca sobre el altar. Rupha y Criosda se acercan.] 

Rupha: ¡Mira! Subo el velo.
[La bruja desvela el cristal.] 

Criosda: Veo una alta pirámide que brilla blanca y solar, en inmaculada gloria, para las estrellas. Su esplendor surge de sí misma, porque todo es oscuro alrededor y encima de ella. Allí hay incontables gentes, multitudes de muchos colores, apuestas, altas, hermosas, haciendo un hermoso murmullo, moviéndose en infinitos laberintos musicales. Para ellos habita el espíritu del amor, para ellos enseña la luz del conocimiento, para ellos la paz se ha guardado a sí misma. Pero en sus labios hay un silencio imaginado, como un suspiro. Unánime, la profunda armonía fluye del corazón a la boca. Y las bocas florecen rojas con la espléndida repetición. Es su adoración. 

Rupha: ¿Y a quién están adorando? 

Criosda: ¡A Maurya!
[El hombre percibe entonces el significado que esto tiene. Con un gran grito se lanza hacia adelante y se queda de pie ante el trono. Se yergue y dice, con el triunfo y el conocimiento de la paz:]
Entonces... ¡Ya he vivido!
[Avanza la mano hacia la momia entronizada.]
¡Maurya!
[Con un último y terrible grito se desvanece, y cae muerto con la cabeza sobre las rodillas de Maurya.]
Rupha: Tal como fue en el comienzo, es ahora y siempre será: mundo sin fin.
[Rompe deliberadamente su báculo con las manos. El ruido es violento y muy fuerte, como un disparo de pistola.] 

TELÓN

© de la traducción Miguel AlgOl